domingo, 26 de julio de 2015

EN SANTA ANA


Hechas las reflexiones anteriores prefiero ahora dejar constancia en imágenes de realidades y lugares dignos de destacar que vayamos a visitar. En este caso conocimos otra comunidad cercana a San Blas, Santa Ana, a unos 4 kilómetros de distancia entre campos sembrados fundamentalmente de maní (cacahuetes)  Aprovechamos el viaje ya que una de las cooperantes realiza un trabajo de investigación para su tesis pasando una serie de encuestas entre mujeres que sean madres. Vimos cómo son las casas por dentro, concretamente una humilde. Me hubiera gustado decir que la casa en cuestión, pese a su humildad, tenía lo suficiente para vivir dignamente. Pues no, la pobreza extrema se hace patente, dejando un ligero revoltijo en la tripas, cuando ves que habitan en una vivienda que en nuestro mundo no llegaría a la categoría de caseta de herramientas; eso sería un palacete. Evidentemente no todas las casas son así y llevarse una impresión de generalidad, cercenaría la realidad de la sociedad rural en Nicaragua. Esto te hace ser consciente de lo que es vivir en la pobreza extrema que es, de momento, con los únicos ojos que podemos mirarlo. Mañana iremos al mercado de Masaya y seguro que veremos otra luz y ambiente.

2 comentarios:

  1. Alfonso, lo que da lástima es que otros que tenemos de todo no seamos capaces de valorarlo, ciertamente no somos conscientes de ello.

    ResponderEliminar
  2. Es como una bofetada ¿no? ¿Quién no puede pararse a pensar antes de nuestras constantes quejas y deseos?

    ResponderEliminar